Algo de literatura: El señor de las moscas, de William Golding.



Un avión se estrella en una isla desierta, y los únicos supervivientes del accidente son una treintena de niños, ningún adulto consigue sobrevivir. Así es la trama inicial que nos plantea el británico William Golding en su segunda obra “El señor de las moscas” (1954). El éxito de esta obra sorprende, dado que es la primera de este género que realizó el escritor de Cornualles, después de haber escrito “Poemas” en 1934. El ya fallecido escritor fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en el 1983 homenajeando así toda su carrera como escritor.

 Así pues, volviendo a la trama inicial, los jóvenes que sobreviven al accidente se encuentran solos en una isla desierta, deben organizarse y coordinarse para poder mantener un orden, y así convivir. En esta misma situación es en la que el autor comienza a plantearnos un sistema social creado por los niños, una estructura en la que Ralph, elegido por votación, y Jack, de los más mayores del grupo, son los líderes. En un inicio todo transcurre de forma correcta, no obstante todo empezará a torcerse. He aquí la sociedad perfectamente planteada por Golding; una sociedad a priori bien estructurada, con bases firmes y democráticas, donde gobiernan los justos y los “más sabios”, donde nada tiene porqué ir mal.

 Sin embargo, si lanzamos un burdo símil con “La República” de Platón, esta sociedad suele estar movida por los instintos más naturales del ser humano y por lo tanto corrompida por las ansias de poder y de liderazgo. Esta situación genera en la novela un antagonismo entre lo racional y coherente (Ralph), y el abuso de poder (Jack). El autor nos adentra así en una especie de vida paralela a la que se vive en el resto del mundo, una vida en la cual los niños hacen su propia guerra en la isla, mientras que los adultos llevan a cabo la suya (II Guerra Mundial). Todo esto nos lleva a pensar que da exactamente lo mismo que se trate de empezar de nuevo; el hecho de que estos jóvenes  hayan tenido la oportunidad de crear una nueva micro sociedad al margen de la ya conocida solo les ha permitido reproducir exactamente los mismos errores que sus mayores, demostrando que esta incoherencia es innata en el ser humano.

Esto no es todo, el propio título del libro nos nombra a El señor de las moscas, ese ídolo creado por los propios niños. Un símbolo creado por su propia imaginación y miedos, que en realidad no es más que una cabeza de jabalí pinchada en un palo. En un inicio esto fue un gesto de demostración de fuerza por parte de Jack, sin embargo, poco a poco se fue convirtiendo en lo que en la sociedad corriente todos conoceríamos como un dios. Este hecho nos lleva a preguntarnos el porqué toda sociedad necesita crear un líder que les guíe, un ente en el que creer para saber que no todo está acabado cuando llega el final o al que dirigirse cuando no nos consideramos capaces de algo.

 Respecto a la elaboración del paisaje literario creado por Golding, este es descrito por el autor mediante una forma muy detallada y elaborada, ya que otorga todo tipo de detalles a las cascadas, playas, y selvas, unos detalles que permiten al lector vislumbrar mentalmente toda la gama de colores que abrazan el paisaje de la isla.

En conclusión, William Golding nos introduce en un microsistema creado por los niños, que casualmente, al igual que la sociedad de la gente adulta tiene su auge y su decadencia; un símil indiscutible entre dos sociedades en las cuales el mal corrompe al hombre y al niño, absolutamente recomendable.

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